Imagen de portada: www.mings-fashion.com – Photography: Niko Wu
A comienzos de este mes de marzo, dedicado a la mujer, realizamos una publicación sobre el Festival de las Muñecas o Hinamatsuri. Sin embargo, mucha de la simbología que se representa durante esta celebración quedó pendiente de explicar. Por eso os traemos este segundo artículo, donde pretendemos esclarecer el significado inherente en el propio festival a través del análisis de sus elementos característicos con respecto a la figura femenina.
Todas las prácticas tradicionales contienen un microcosmos de la cultura y pensamiento de la sociedad a la que pertenecen y el Hinamatsuri no es diferente.
La propia palabra que define este festival, Hina (雛), contiene varios significados que pueden darnos algunos indicios interesantes: un tipo de muñeca pequeña, un polluelo o también se utiliza como prefijo diminutivo para transmitir una sensación de ternura, con connotaciones que evocan algo adorable o bonito. Aunque solo sea una palabra, es la antesala de toda una red de expectativas ideológicas hacia las mujeres japonesas, basadas en nociones patriarcales de sometimiento al hombre, disciplina y control.
Como ya mencionamos en nuestro anterior artículo sobre el Hinamatsuri, se considera generalmente que este festival deriva de un ritual de purificación de origen chino que empezó a celebrarse durante el periodo Heian, encontrándonos incluso una referencia al mismo en el Genji Monogatari de Murasaki Shikibu.
Sin embargo, con el ascenso de la clase guerrera como grupo social gobernante a comienzos del periodo Muromachi, el papel social de la mujer pasó a estar condicionado a su relación con el hombre (madre, esposa e hija) y con los intereses de éste, llegando a usarse como objeto para obtener un fin: como enlace para establecer alianzas mediante matrimonios concertados o concubinas para proveer entretenimiento o descendencia, entre otros.
Es significativo que la práctica de confeccionar muñecas Fūfu (夫婦) – representando marido y mujer – emergiese durante este momento como regalo para el festival del tercer día del tercer mes, enfatizando así la unión del matrimonio. Cuando gradualmente esta celebración acabó convirtiéndose en el Festival de las Muñecas que hoy también conocemos como Día de las Niñas, esta idea ya estaba asimilada y asociada desde hacía muchos años atrás, representada a través del Dairibina.
Aunque popularmente los juguetes se entienden como algo que tan solo tiene una función de entretenimiento, también sirven para encerrar el imaginario de una sociedad. Por ello, los roles de género aparecen sutilmente encarnados en las muñecas del Hinamatsuri.
En los hina kazari, es decir, los altares que se construyen en este festival y donde se colocan las muñecas, hay diferentes niveles que siguen una estructura concreta y, con ello, una jerarquía, como ya explicamos en nuestro anterior artículo sobre este festival.
En el nivel más alto se sitúa la pareja imperial donde se encuentra la Emperatriz (ohinasama), cuya composición y materiales reflejan en sus facciones los estándares de belleza y comportamiento que se trataba de inculcar tradicionalmente a las mujeres. Tal y como ya se mencionó en nuestra pasada publicación de este tema, prima el rostro ovalado, ojos rasgados y rasgos delicados que no pueden estar sujetos a ningún error; pero también la docilidad, la reverencia y la compostura, careciendo de movimiento y desde una postura frágil.
De hecho, si nos fijamos en las acciones que llevan a cabo las muñecas en los distintos pisos, por ejemplo, las sannin kanjo (三人官女) – situadas en el segundo piso – aparecen sosteniendo los siguientes elementos: un choushi de mango largo que se usaba para servir el sake (nagae no choushi – 長柄の銚子), otro corto (kuwae no choushi – 加えの銚子) y una tabla tradicional para ofrecer comida (sanpou – 三方). Las sannin kanjo representan a tres cortesanas a servicio del Emperador y la Emperatriz del nivel superior. Por tanto, a la mujer no solo se le adjudica un papel hierático y dócil, sino también de servidumbre, frente a la acción activa del hombre en el tercer piso del hina kazari donde aparecen cinco figuras masculinas tocando instrumentos musicales, o las de otros pisos, como podéis leer más al detalle en este artículo de Japón Secreto.
Es posible que esto guardara alguna relación con el confucianismo, corriente filosófica y religiosa que llegó a Japón desde China en el siglo VII o incluso antes. En esta doctrina se establecía, entre otras cosas, el lugar que debía ocupar la mujer en la sociedad, siempre dependiendo de un hombre en la familia y reduciendo su papel al de esposa y madre.
Por tanto, al igual que se muestra una jerarquía en el hina kazari del Hinamatsuri, se asumía una jerarquía familiar y social determinada por el sexo. Por ello, todas las decisiones de la familia eran tomadas por el hombre, así que puede considerarse que la mujer reflejaba las características propias de una hina, casi como algo hecho para contemplarse y conservarse con sumo cuidado.
Una de sus supuestas virtudes era que la mujer estaba presente cuando se le necesitaba y ausente cuando no, al igual que ocurre con la exposición de las muñecas en el Hinamatsuri; una vez pasa el 3 de marzo – día en el que se celebra el festival – las hina deben retirarse del altar, puesto que hay una superstición que plantea que las niñas de la familia tardarán más en casarse si esto no se cumple.
Esta superstición podría basarse en una idea que plantease que, cuanto más tiempo permanezcan las muñecas expuestas, es más probable que las niñas se anclen a la infancia; retirarlas podría significar una forma de indicar que el tiempo de “jugar” ha acabado y las niñas deben aceptar y corresponder a las expectativas impuestas sobre ellas como “mujeres”, contrayendo matrimonio y aceptando su rol en la sociedad.
Algunas de estas expectativas ya mencionadas en el anterior apartado aparecen en la canción tradicional propia del Hinamatsuri llamada Ureshii Hinamatsuri (うれしい雛祭, compuesta por Kōyō Kawamura y Hachirō Satō en 1936). Hay tres frases de la letra que nos gustaría destacar, ya que podemos encontrar referencias al papel de la mujer en su rol de esposa y los cánones de belleza impuestos en la sociedad. La primera es evidente: “Mi hermana mayor que se casó y se fue de casa, se parece mucho a las mujeres de piel pálida de la corte”.
Al final prácticamente de la canción, encontramos “Me cambio mi kimono, me pongo el obi y ahora yo también llevo las mejores ropas para hoy”; podemos ver cómo se traspasan los cánones de belleza a las niñas que participan en el festival, como si acompañaran de esa forma a las propias muñecas que les muestran cómo deben vestir y comportarse.
Y de una forma más desapercibida, tenemos esta parte “Tal vez porque tomó un trago de sake blanco, la cara del Ministro de la Derecha se está ruborizando”, la cual expresa implícitamente que, incluso el hombre más respetable podía beber, emborracharse y perder la compostura, mientras que la mujer debía mantenerla, ser dócil e incluso esperar y aceptar este comportamiento masculino. De esta forma, se contraponen las libertades y derechos que tenían los hombres, frente a lo que se esperaba de las mujeres, alimentando la desigualdad y la opresión de la figura femenina.
Se dice que la desigualdad de las mujeres japonesas en época moderna está enraizada en la Restauración Meiji (1868-1912), un período que trajo consigo muchos cambios acompañados de un nuevo proceso de reeducación en el que se trataba de orientar a los ciudadanos hacia la dedicación y el sacrificio a través de un sentimiento nacionalista, basado en el concepto Kokutai Shinron.
Durante esta época, las mujeres debían ser complacientes tanto con sus maridos, como con sus hijos. Y en su proceso de educación, se esperaba de ellas que fueran hábiles en las “artes femeninas” entre las que estaba tocar un instrumento musical, llevar a cabo la ceremonia del té o especializarse en la práctica del arreglo floral.
Sin embargo, esto no siempre fue así, puesto que en el pasado algunas de estas prácticas eran propias de los hombres para demostrar que eran cultos y refinados, e incluso estaban ligadas al buddhismo, ya que podían considerarse prácticas activas de meditación.
Sin embargo, en este nuevo proceso de reeducación, esas artes se delegan a las mujeres, convirtiéndolas en salvaguardas de las tradiciones que pasaron a ser consideradas como disciplinas destinadas a las relaciones sociales, el entretenimiento e incluso decorativas.
A diferencia de la acción activa del hombre, la mujer sólo podía llevar a cabo prácticas vinculadas al hogar y al respetuoso cuidado de la familia, que además le otorgaban características deseables que cualquier mujer debía poseer para ser una compañera adecuada para el matrimonio y la encarnación de la mujer japonesa perfecta (o yamato nadeshiko).
Aunque esto no se aplicaba a las geishas, que fueron objeto de idealización utópica por parte de los hombres a partir de una concepción consumista que solo veía a la geisha como un objeto del que disfrutar y hacer uso.
Precisamente por todo esto, el Hinamatsuri no tardó en ser incorporado en ese nuevo sistema de reeducación, pues contribuía al ensalzamiento del cultivo de la familia, la monogamia y patrones de comportamiento basados en la obediencia que las mujeres debían adoptar. Pues esta celebración no solo tenía esa implicación tradicional como un evento para honrar a las niñas, sino que también servía para mostrarles visualmente la jerarquía social y familiar presente en la sociedad Meiji.
De hecho, al igual que ocurría en Japón, en España también se llevó a cabo algo similar con el manual “Economía Doméstica para bachillerato y magisterio”, publicado por la Sección Femenina de la Falange Española y de las JONS durante el franquismo, en 1958, aunque podían encontrarse publicaciones similares de la misma procedencia, como las revistas “Medina” (entre 1940 y 1945) y “Teresa” (desde 1954 hasta 1977). Contenidas entre sus páginas, pueden encontrarse frases como la siguiente, que recuerda una vez más al establecimiento de una jerarquía por sexo y una sumisión férrea ante el hombre tal y como ocurría en Japón:
“A través de toda la vida, la misión de la mujer es servir. Cuando Dios hizo el primer hombre, pensó: No es bueno que el hombre esté solo. Y formó la mujer, para su ayuda y compañía, y para que sirviera de madre. La primera idea de Dios fue el ‘hombre’. Pensó en la mujer después, como un complemento necesario, esto es, como algo útil”.
Sección Femenina de la Falange Española. Formación Político-Social, primer curso de Bachillerato, 1963
Una de las similitudes que comparte el Hinamatsuri con el Festival de purificación chino del que proviene (Shang-ssu) es el símbolo del melocotonero, pues en Japón el Hinamatsuri también adopta el nombre de momo no sekku (桃の節句) o Festival de los Melocotones. En China tradicionalmente se creía que el melocotonero alejaba los malos espíritus y su fruto otorgaba la inmortalidad, mientras que en Japón se le suman significados relacionados con la fertilidad (dada la prolífica floración del árbol), o la inocencia en la mujer cuya sexualidad despierta como el florecer de la primavera, que es cuando se sitúa el propio Hinamatsuri.
Esta simbología puede encontrarse en uno de los platos típicos del festival, el Hishi-mochi, un pastel de arroz glutinoso con forma de rombo que suele decorarse con capas de varios colores, normalmente, rosa, blanco y verde. Algunas fuentes refieren que la forma de diamante de este dulce se originó durante el periodo Edo y puede hacer referencia a los genitales femeninos, mientras que los colores que lo componen también aportan diferentes significados.
En la parte superior estaría el rosa, que se relaciona con la buena salud, aunque su color representa la flor del melocotonero, con el significado que hemos explicado líneas más arriba. Le sigue la parte intermedia, donde encontramos el color blanco, que representa la pureza de la nieve e inocencia de la mujer.
En la parte inferior y por último, el verde, representando la explosión de la vida en los árboles y plantas en primavera; sin embargo, el mochi de color verde, conocido como kusa mochi, tomaba ese color originalmente por la Gnaphalium affine, una planta de uso culinario y medicinal cuyo nombre japonés hahakoguza (ハハコグサ – 母子草) significa “planta de la madre y el hijo”. Aunque con el tiempo se cambió a la planta artemisa que es efectiva para aumentar la circulación de la sangre y también se dice que elimina impurezas y representa el crecimiento de la hierba.
Teniendo en cuenta este análisis que hemos realizado, podría confirmarse finalmente que la preservación y exhibición de las muñecas en el Hinamatsuri reafirma las nociones ideológicas del sistema patriarcal japonés sobre la feminidad japonesa. Porque al igual que las mujeres que sufren la opresión de estas expectativas, las muñecas muestran una apariencia dócil y queda, sin voz para negarse a participar en esta tradición. Y es que esto ha dado lugar a que en la mente occidental también se asienten los estereotipos del samurái para el hombre japonés, vinculado a la guerra y a la acción, y la geisha para la mujer japonesa, sumida en el silencio, la complacencia y la belleza superficial.
Por eso, no solo durante el mes de marzo, sino durante todo el año, debemos luchar por la igualdad y todos los derechos que las mujeres merecen. Porque las mujeres no tienen por qué aceptar ningún estándar o expectativa que otros establezcan para ellas.
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